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Sobre mi

Como muchos de los profesionales del ámbito de los cuidados y del bienestar… no fue por casualidad que eligiera esta profesión.

De pequeña me tocó vivir experiencias traumáticas que marcaron mi infancia y también la vida de los que tenía alrededor.

No pude hacer nada, entonces, más que sobrevivir a estas y crecer esperando que todo cambiaria algún día. Los adult@s de mi alrededor tampoco supieron hacer mucho o no lo suficiente. Algun@s por miedo, otros por negligencia, otros por egoísmo, otros por qué no sabían…

La cuestión es que todas esas vivencias, esas emociones reprimidas, esos recuerdos que no quieren ser recordados, van generando profundas heridas.

Nuestras primeras relaciones vinculares, fueran funcionales o no, generan unos patrones de funcionamiento y de relación que se integran y se automatizan. Estos pueden marcar nuestro presente y también nuestro modo de ser y de estar en el mundo, si no se atienden.

Cuando somos críos deberíamos de nacer en un entorno sano, seguro y protector que nos hiciera crecer sin miedos o con miedos, pero con la seguridad de saber vencerlos y confrontarlos.

Desgraciadamente la realidad no suele ser así para casi la mayoría de los niñ@s de este mundo.

Como suelo decir, a menudo, al inicio de las sesiones, vivimos en sociedades, a mi parecer, violentas y suele ser difícil encontrar individuos que no hayan recibido nunca ningún tipo de violencia a lo largo de su vida y, por otro lado, también suele resultar difícil encontrar a alguien que nunca haya ejercido ningún tipo de violencia hacia los demás.

¿Por qué os cuento todo esto?

Porque tod@s tenemos nuestras heridas y estas tiñen de color toda nuestra realidad si no intentamos hacer algo con ellas.

Yo me pasé años mirando de arreglar todo lo que no andaba bien fuera, en el mundo, sin darme cuenta de lo que no andaba bien en mi mundo particular. Me pasé años luchando contra todo lo que creía injusto sin ver todo lo injusto que me había tocado vivir.

Y esto de tapar el dolor interno poniendo la mirada fuera lo solemos hacer tod@s hasta que un día todo se rompe y no te queda otra que parar, observarte y verte.

No fue para nada fácil, pero el camino del autoconocimiento, la sanación y la resiliencia, no lo es para nadie, pero creo que es el único camino.

Como verás en el apartado “¿Cómo lo hago?” tengo varias formaciones que me avalan para acompañar a otr@s y también la experiencia laboral necesaria, pero lo que creo que realmente me ha capacitado para poder acompañar fue darme cuenta de que tods estamos rot@s, todas estamos herid@s, por una cosa o por otra y hasta que no vemos esa herida, la encaramos, la miramos de frente y decidimos sanarla, todo sigue igual.

¿Qué te propongo?

Te propongo encarar esas heridas junt@s.

Creando una relación simétrica entre ambas basadas en el no juicio si no en la comprensión del dolor y de la sanación de este.

A nivel práctico esto se refleja en que cuando acompaño trato de hacerlo desde el corazón, de corazón a corazón, entendiendo el malestar emocional no como una patología, disfuncionalidad o enfermedad sino como una herida profunda que está interfiriendo en el presente de la persona que solicita ayuda.

«Sólo se puede ver bien cuándo miras desde el corazón».

Esto se traduce en que no me importa la mirada que tenga la otra persona, o el color de la sudadera que lleve o la apariencia que crea que tiene … Cuando acompaño procuro hacerlo viendo el interior del otro, viendo debajo de todas estas capas que solemos ponernos día a día.

«Cerrar los ojos para poder ver bien, para poder ver».